Porque quiero ser revolucionaria de mi propia vida...

miércoles, 15 de julio de 2015

Historia de una noche de Febrero y desamor con una ciudad.


Esta noche era especial, como para romperse, y llevaba tanto tiempo hablando conmigo que tenía ganas de llorar. Nadie lo notaría; mis ojeras estaban tan bien puestas que, estoy segura, nadie lo haría.
Definitivamente confirmaba mi teoría: no estaba hecha para vivir en este mundo, aunque quería ser inmortal. Sentía por encima de lo normal y, pese a no querer ser consciente, empezaba a darme cuenta.
Mis emociones iban adentrándose como un volcán de palabras. Esa es mi forma de vivir; traduciendo latidos, las palabras son mi combustible y mi oxígeno. Las palabras son mis árboles y, cada letra es una fruta de la que me alimento.
Fue un error llegar a un mundo de sentimientos tapiados y esta ciudad tenía algo que me atrapaba. Me lo recuerda cada vez que vuelvo y mezclo sus calles con recuerdos. Me ha pasado esta noche, he sentido un escalofrío que me ha hecho pensar en un antiguo pacto con el karma.
Entonces, mi estómago comienza a centrifugar y, siento tan fuerte, que se me empañan los ojos de una tristeza especial.
Navego como un barco que anda buscando una brújula de por vida y, aunque no crecieron los kilómetros, no recuerdo haber estado nunca tan lejos de esta ciudad. Siento estar a años luz de aquí pese a que las cenizas de lo que viví aún andan calientes; como ese amor sin cerrar que camina siempre abrazo a una sombra, ejerciendo una fuerza constante de retroceso a pasos gigantes de cangrejo.